Datasketch

Luisa

Sketch Luisa

Ilustración por Felipe León

El hombre que yo amaba me violó. Él era mi pareja, llevábamos dos años juntos, no convivíamos porque estábamos en ciudades distintas pero éramos pareja, estábamos haciendo planes de vivir juntos y tener hijos.

Un día, estábamos en un motel, habíamos planeado amanecer los dos, tuvimos relaciones sexuales una vez y yo me quedé dormida. Él ya me había propuesto anteriormente que tuviéramos relaciones sexuales sin protección pero yo no quería, pues no estaba planificando y no quería tener hijos, así que siempre pedí usar condón.

Después de que estuvimos juntos, él volvió y me insistió que quería tener relaciones sexuales sin condón, a lo que me rehusé, le dije que yo no estaba dispuesta, que no quería, que quería que nos cuidaramos.

Después de quedarme dormida, él me despertó a besos, yo seguía medio dormida, me puso de espaldas, me agarró las manos con fuerza, puso su cuerpo encima del mío y me penetró. Le dije que esperara, que yo no quería, le dije que no estaba usando protección y a él no le importó. Él siguió.

Yo no era capaz de defenderme, no podía creer que el hombre al que yo amaba, el hombre que era mi pareja, el hombre con el que yo me acostaba, me estuviera agarrando a la fuerza. Él siguió y yo me puse a llorar, en realidad no sé por qué motivo mi cuerpo no me respondía, no era capaz de hacer nada, ni de quitármelo de encima ni de voltearme, yo no sé si era la fuerza de él o yo me pasmé pero yo no sé qué pasó. Yo tampoco era capaz de gritar, yo me puse a llorar y le dije: “No más”. Ya cuando él me vió llorando se detuvo, se bajó y me dió la espalda enojadísimo conmigo que porque yo no quería seguir.

En ese momento yo me sentí ultrajada, me dolía mucho la vagina, me sentía lastimada emocionalmente por él, yo decía “pero ¿qué pasó?” yo estaba teniendo una relación sexual con el hombre que amo “¿por qué me lastima tanto?” Yo no lograba asimilar, me preguntaba a mí misma “¿esto fue una violación? ¿qué es esto? ¿cómo delimitar cuando es consentido o no? si los dos estamos en un motel y somos pareja, cuando minutos antes ya habíamos tenido relaciones sexuales”.

Yo no sabía qué hacer.Yo soy defensora de derechos humanos, una mujer politizada y de izquierda, en ese entonces era una reconocida líder universitaria y estaba trabajando en temas de feminismo, justo acababa de salir de una charla donde nos habían hablado de cuál era la ruta de atención ante violación, yo tenía toda esa información y sabía a quién acudir, y sin embargo después de lo que él me hizo yo tenía la mente totalmente en blanco, se me borró el cassette por completo. No tenía ni la más mínima idea de qué hacer.

Una de las recomendaciones que habían dado en la conferencia era no bañarse y acudir directamente a la EPS y de ahí hacer todo el trámite, pero yo me sentía tan sucia, con el sudor de él encima que lo único que yo pensé fue en meterme a la ducha, bañarme, quitarme su olor, su sudor de encima.

Me bañe como tres veces, como si todas las recomendaciones que me hubieran hecho no existieran, como si yo no tuviera formación política, como si yo no tuviera nada en la cabeza, lo único que yo quería era quitarme su sudor de encima. Ese día temprano teníamos una reunión política con la organización, la reunión era a las 8 de la mañana y yo desde las 5 de la mañana estaba desorientada sin saber a dónde ir. En lugar de irme a una EPS me fuí a caminar por ahí, hasta que encontré a las 6 de la mañana una panadería que abrieron y ahí desayuné y me quedé haciendo tiempo hasta la reunión.

En la reunión estaba una de las compañeras que organizaba la charla, yo la consideraba a ella una gran amiga, yo no era capaz de parar de llorar, así que fui y la busqué, le conté lo que me había pasado para que ella me orientara, le conté y me dijo que eso no era una violación porque él era mi pareja y estábamos en un motel. No me dió ninguna salida, mi propia compañera no me ayudó.

En esa reunión estuve desatenta todo el tiempo, dejé de llorar pero no era capaz de concentrarme, estuve muy mal, al otro día lloré casi todo el día y además me sentía muy adolorida, me dolía mucho mi vagina, las piernas y me sentía lastimada emocionalmente. A los dos días me volví a ver con él y yo le pregunté por qué había hecho eso, la respuesta que me dió era porque se sentía muy rico, yo le dije “pues claro que hacer el amor conmigo se debe sentir muy rico pero lo que le estoy preguntando es usted ¿por qué me tomó a la fuerza? ¿porqué me lastimó? Usted sin consentimiento me penetró”, el siguió insistiendo que se sentía muy rico y que él desde hace mucho tiempo quería tener una relación sin protección, que nunca la había tenido y que quería experimentar. Que a pesar de que yo le había dicho que ya no más, él no era capaz de parar, hasta que ya me vió llorando se le quitaron las ganas. Yo lo dejé ese día, yo terminé la relación con él ese día.

Yo no volví a llorar. Pero 6 meses después, estaba haciendo un trabajo en la universidad, estaba en un módulo de estudio y alguien puso una canción que él escuchaba con frecuencia, con esa canción se afloraron todos esos recuerdos y yo me tuve que ir de ahí, empecé a llorar de una manera desconsolada. Yo ese día empecé a cuestionarme “¿qué es lo que tengo? ¿despecho? pero esto es muy raro porque es la primera vez que termino con alguien y no tengo despecho ¿será que yo no estaba enamorada de él? yo estaba muy enamorada de él ¿entonces, por qué no tengo despecho?” finalmente caí en cuenta que lo que tenía era una rabia incontenible, yo estaba furiosa y no lograba contener la rabia, lloraba era de rabia.

Comencé a buscarlo en la Universidad, yo sólo tenía una idea en la mente, “con lo que encuentre en el camino le doy y este hijueputa se tiene que morir”, no me importaba saber que estaba en la universidad y que era una líder reconocida, yo sólo pensaba “se tiene que morir”. Al día siguiente otra vez con la misma idea, me imaginaba una y otra vez rebanandole el pene en pedacitos, haciéndole las cosas más terribles. Al segundo día, teniendo estos pensamientos empecé a cuestionarme “¿yo que hago pensando estas cosas? yo no soy una asesina, yo soy una defensora de derechos humanos, una líder social y me voy a tirar mi vida asesinando a este man?” Logré calmarme, pero a partir de ahí, de todas formas, aunque sabía que yo no era capaz de hacerlo, de atentar contra la vida de él, ni de pegarle una cachetada, sí me imaginaba a manera de ritual rebanandolo en pedazos y acabar con él. Yo lloraba todo el día, mañana, tarde y noche.

Un amigo me llevó a Bienestar Universitario, me vió un practicante de medicina que estaba estudiando Psiquiatría, me atendió y me dijo que él creía que tenía depresión y que debía irme ya mismo por urgencias a la EPS para que me viera un psiquiatra. Después de eso, cogí un taxi y me fui a a la EPS a buscar ayuda por urgencias, allá me vió el médico general, quien me dió una orden para ir a un centro de reposo, allí me vió un psiquiatra y me diagnosticó Depresión de estado mayor, que quiere decir depresión con ideas de muerte, esas ideas de muerte pueden ser pensamientos suicidas o pensamientos de querer hacerle daño a otras personas, que era lo que me pasaba a mi, además de que era una idea obsesiva, recurrente, ya que en mi mente estaba la idea rayada de hacerle daño a él. Me dejaron hospitalizada 5 días, me medicaron, pasado ese tiempo, me dieron salida porque dejé de llorar, el medicamento hizo su efecto.

Todo fue muy extraño, porque yo nunca sentí despecho, estaba era inundada de rabia, no sentía tristeza sino estaba encolerizada. El médico me explicó que eso era como un duelo, como cuando a uno se le muere un ser querido, hay varios sentimientos que uno puede asumir y que eso no se da en el mismo orden, no es mecánico, sino que en medio del duelo uno puede sentir tristeza, miedo, negación, rabia, culpa y uno puede tener esos sentimientos y no necesariamente en el mismo orden. Yo duré 6 meses sintiendo rabia, y en algún momento iba a sentir tristeza, porque ya no estaba con él, él que era mi pareja, mi novio, era tristeza por estar sola y afrontar mis miedos.

El médico me recomendó seguir con atención psicológica y afrontar el duelo y medicación permanente porque la depresión no es una cuestión de la voluntad sino que es una enfermedad, yo estaba pasando por un desbalance químico y eso sólo se soluciona de manera medicada. Estuve medicada 2 años, cuando me dieron de alta fue cuando ya los síntomas de la enfermedad habían sido superados, en estos años yo dejé de tener esas ideas obsesivas que tenía, pero fue muy difícil la recuperación, porque depresión no es tristeza.

Yo seguí el tratamiento psicológico porque sentía la necesidad de seguir ahí y no descuidarme, porque uno puede recaer muy fácil. Después de todo este tiempo, en retrospectiva empecé a analizar por qué sentía tanta rabia y porqué había empezado a llorar después de 6 meses, haciendo el duelo, tuve sentimientos de culpa,lo que a mi me atormentó fue que yo no lo denuncié a él, que a pesar de ser una defensora de derechos humanos, feminista, una mujer politizada y dirigente sabía que hacer y no lo había denunciado, eso me lastimó mucho.

María

Sketch María

Ilustración por Felipe León

Mi Nombre es María.

Mi historia comienza y termina el año pasado. Me involucré en una relación en la que me deje llevar por todas las emociones que me hacía sentir la otra persona. Este hombre cumplía con muchas de las características que me hacían sentir, como muchos dicen "mariposas en el estómago". Desde el primer día que lo conocí sentí muchas ganas de conocerlo, y empecé mi camino hacía una relación que para ese momento no contemplaba como tóxica.

Al inicio todo estuvo bien, pero recuerdo que a la segunda semana de salir, decidimos tener sexo, todo se dio y yo no vi ningún problema en hacerlo. Él me gustaba mucho y en verdad me interesaba más allá de un "buen polvo". Disfruté mucho ese momento, y parecía que él también.

Al cabo de un mes de ese suceso estábamos charlando sobre una amiga suya, él hizo un comentario referente a que ella le parecía una chica fácil. Seguido a eso le dije que yo no le veía ningún problema al actuar de ella... y me dijo: ¿pero tú cómo vas a decir algo, si a las dos semanas ya tuvimos sexo? Me quedé en silencio... no dije nada.

En ese punto de la relación, esa era mi actitud: guardaba silencio. No podía decir lo mucho que me molestaba por más de que estuviera pensando en las ganas de darle una cachetada o al menos de levantarme e irme, pero ninguna de las dos cosas las hice.

Desde ese momento, yo misma comencé a normalizar actos microviolentos, que lesionaron mi autoestima, y por supuesto en varias ocasiones me hicieron llorar.

Seguido a ese suceso, continuamos saliendo y un día me presentó a su grupo de amigos... ellos me recibieron muy bien, fueron muy amables sin saber mucho de mí. Esa noche uno de sus amigos hizo un chiste sobre su cabello y me dijo "mira, mi cabello es sedoso, mejor que el de cualquier mujer, tócalo..." y yo me reí y le cogí el cabello. A los pocos días su amigo me agregó a facebook y me comenzó a seguir en algunas redes sociales, yo lo llamaba "Mechas Sedosas".

El mensaje llegó cuando la persona con la que yo salía estaba al lado de él, la verdad para mi este mensaje no representaba nada, solo un simple saludo alusivo a su comentario el día que lo conocí.

Le contaron a él y decidió dejarme de hablar por una semana. Al ver su extraña actitud después de que todo iba bien, lo llamé, y me dijo: "mira, la verdad en este momento no estoy buscando una chica que sea lanzada con mis amigos, de esas ya hay muchas"... me molesté y terminé la llamada.

Para no entrar en una dinámica aburrida y super descriptiva de la historia, quiero contarles a grandes rasgos los sucesos de violencia que yo acepté quizás por miedo con este hombre.

Desde hace más de tres años practico la fotografía artística de desnudos, me gusta tomar fotos pero también que me tomen y él al ser fotógrafo me dijo que no le parecía cómodo que otros hombres me vieran desnuda. De hecho, no estaba de acuerdo con que ninguna mujer lo hiciera porque le parecían "fáciles" y por lo tanto, yo no iba a poder decir no si alguna de esas personas me hacían alguna propuesta sexual.

Además, me dijo que le parecía demasiado incomodo que yo hiciera algo que a él también le gustaba, que prefería que hiciera otras cosas. Mientras tuve la relación con él, hice fotos artísticas y, sin que él lo supiera, participé en otros proyectos, ya que para mi era inadmisible no hacer fotos.

Tiempo después, en reuniones que hacíamos con sus amigos, él hacía comentarios referentes a nuestra intimidad, incluso cuando el tema que estábamos hablando no tenía que ver con sexo. Alguna vez mientras jugábamos con sus amigos a lanzarnos palomitas en la boca uno de ellos me lanzó una, y se cayó al piso y él dijo seguido a eso: Abra bien la boca, que peores cosas ha recibido en ella para que no sea capaz de recibir una palomita.

Nadie en mis cortos años de vida había hecho un comentario así, me pareció muy ofensivo, me salí del juego y nuevamente inhibí mi disgusto. Opté por no decir nada, incluso hasta cuando sus amigos le dijeron "oiga no sea tan pasado".

Desde el inicio al haberme encontrado con un hombre así, comencé a poner una barrera entre él y yo, sin darme cuenta o quizás sin querer aceptarlo. Uno tras otro comentario hicieron que en momentos en los que debíamos disfrutar como pareja, o porque estaba compartiendo con él o con su entorno, yo me quedara callada, no opinara sobre nada, y fuera prácticamente un ente, lo que para él también representó un problema.

Nunca aceptó sus actos violentos, nunca recibí una disculpa, incluso hasta el día en que decidí terminar con esta relación no las recibí. En medio de su parafernalia, de lágrima va y lágrima viene, mientras terminabamos, me decía lo mucho que me "quería". Yo no le manifesté todo el sufrimiento que sentí al aprobar sus actos microviolentos hacía mí.

Hasta hace un par de semanas, le escribí un correo... tardé casi que un año para manifestarle todos estos actos, que por dentro para mí armaron una revolución y me llevaron a pensar que no puedo volver a aceptar esta violencia.

Lo que más dolor me genera es haber aceptado esta microviolencia. Me motiva compartir mi historia para que algunas de ustedes se motiven contar las suyas, para que vean esas pequeñas señales que nos indican a gritos que esa relación que tenemos es con alguien violento.

No tengamos más miedo, y usemos estos medios para contarles a otras el dolor que alguna vez hemos sentido. Hagamos que mucha gente lea y ojalá interiorice nuestras experiencias.

Johanna Mosquera

Sketch Johanna Mosquera

Ilustración por Felipe León

Todo empezó hace 16 años. Estaba sola en mi casa, mis papás estaban trabajando y un vecino al que nosotros le arrendábamos empezó a ofrecerme dulces, a encantarme con muchos caramelos. Un día esos dulces empezaron a cambiarse por besos, caricias, toqueteos, una cosa y otra, hasta que llegó el punto de decirme que yo le tenía que retribuir todas las cosas que él me había dado. Sin mediar palabra, me quitó la ropa interior y me violó.

En ese momento no sabía qué había pasado porque no entendía nada, yo simplemente por amenaza de él decidí no contar nada. Después de un tiempo, más o menos 2 años, empecé a tener muchos inconvenientes en esa transición de niña a mujer, infecciones que nunca había tenido, los médicos se preguntaban qué había pasado porque no era normal que una niña de 12 años tuviera esos inconvenientes si nunca había estado con alguien.

Hicieron exámenes y se dieron cuenta que yo había sido violada. Nunca les había querido contar a mis papás porque siempre sentía esa sensación de miedo constante de no contar nada porque yo tenía que ser una niña bien y si algo me pasaba era mi culpa, por eso no les quise contar absolutamente nada. Es el punto en que creo que si esos inconvenientes de salud no se hubieran presentado nadie se habría enterado.

Fue algo muy traumático cuando empezaron a presentarse ese tipo de inconvenientes en mi cuerpo, porque yo no me desarrollé como debió ser, sino que fue un proceso muy brusco, mi cuerpo empezó a generar unos cambios muy fuertes, como la deformación de mi parte genital, tener tan rápido el periodo, sentir rechazo al contacto físico, no poder entablar conversaciones con ningún chico porque yo ya me sentía acosada y sentía que me iban hacer algún daño.

Dejé el tema ahí, se hicieron las investigaciones correspondientes, mis papás hicieron todo lo posible para que se le diera castigo a esa persona pero ya era demasiado tarde porque él ya no estaba en la ciudad y yo creo que tampoco en el país.

Después de un tiempo yo empecé a refugiarme en mis estudios colegiales, hacer deporte y cosas que me “hicieran olvidar”. Con el tiempo, empecé a tener novios, pero fueron relaciones traumáticas, no me daba ni siquiera un beso con ellos porque me daba pavor. Empezaba a llorar y yo sentía que era mejor no estar con nadie. Mis objetivos eran sacar buenas notas en el colegio y estudiar.

Culminé mis estudios bien y cuando salí del colegio empezó todo otra vez, la abstinencia, el deseo de hacerme daño, a deprimirme y a llorar por cualquier cosa, a comerme las uñas, a jalarme el pelo, empezaron esas conductas que no sabía porque estaban volviendo si se suponía que eso ya había pasado tiempo y otra vez volvían a mi.

Eran conductas supremamente agresivas, porque yo pensaba que tenía que conseguirme a una persona que hiciera lo mismo que me hizo mi vecino. Pensaba en buscar personas que sólo me hicieran daño.

Después de un año de salir del colegio tuve la oportunidad de pasar al Sena. Estudié y me gustó mucho porque aprendí mantenimiento industrial. El primer día de clases me llevé la sorpresa de ser la única niña del salón, eran 30 hombres y yo la única niña. Hubo acoso por parte de ellos; la tocadera y los roces que sucedían eran recuerdos constantes, como una aguja que se clavaba en el mismo lugar.

Sucedieron problemas con muchos compañeros porque yo me defendía muy agresivamente, no actuaba de la mejor manera, yo simplemente decía: No me toque, aléjese o los empujaba porque eran recuerdos muy constantes a pesar de que sabía que ellos no me iban hacer nada.

Cuando finalicé esa etapa del Sena encontré una pareja que fue muy cariñosa, respetuosa, fue una persona totalmente diferente a las otras personas que me había encontrado hasta el momento. Muy amable, comprensiva aunque él no supo sino mucho después lo que me había pasado.

Yo me desinhibí para dar ese paso de estar con él, pero ese ser detallista y hermoso se convirtió en una persona posesiva, arrogante y vigilante. Se volvió una relación tóxica, una relación bastante aburridora porque él pensaba que sobreprotegerme iba a hacer que yo olvidara el suceso, pero no, lo que hizo fue hacerme un daño más fuerte. De pasar de ser cariñoso a ser posesivo. Era de las personas que si no se hacía lo que él quería, me decía que era que yo no lo quería, que no lo amaba, que ya tenía a otra persona, que había cambiado.

Se tornó agresivo, yo le proponía alguna actividad y el terminaba diciendo que yo prefería irme de parranda para hacer quién sabe qué cosas con qué personas. La relación sexual también fue tormentosa, al principio era el pavor total de estar con él, durante la relación fue soportable, y al finalizar la relación fue tormentosa. Él sólo buscaba estar conmigo para obtener su placer y nunca el mío. Nunca me comprendía.

Como mujer me siento totalmente vulnerada, no sé cómo es disfrutar una vida en pareja y no sé cómo es disfrutar una vida sexual, no sé qué es tener amigos y compartir con ellos tranquilamente, sin tener que recordar ese suceso todo el tiempo, no sé cómo superar ese trauma, porque a pesar de que yo he ido a psicólogos, he ido a terapias y haya hecho tantas cosas, es algo que todavía me marca. Aún no sé cómo convivir en paz con eso.

No sé cómo abrirme a una persona, como desenvolverme en la vida. En este momento estoy estudiando en la universidad y me va bien, estoy bien, pero aún así me cuesta abrirme con las personas, es un trance que no puedo superar. No sé qué está sucediendo, si es algo que ya tengo de raíz pero me cuesta mucho poder interactuar. Me refugio en otras cosas, estar en otras actividades y no tener contacto con otra gente.

Es más, yo soy de las personas que si me puedo meter a una biblioteca todo el día y no tener contacto con nadie, lo hago. No sé cómo abrirme y estar con los demás. No sé si algún día voy a poder tener una relación que de verdad me permita ser feliz, porque desde lo que pasó hace 16 años yo no he podido ser feliz, no sé qué es la felicidad, no sé qué es divertirme, no sé qué es socializar, no sé que es compartir con los demás. Cuando no tengo ninguna actividad por hacer, me refugio en mi habitación, es mi santuario, si yo tuviese tres meses de vacaciones, los tres meses los pasaría en mi habitación encerrada.

Los trabajos tampoco, no son una opción porque han sido últimamente tediosos, los procesos de selección son bastante complejos, encontrar un trabajo es martirio, un proceso muy largo y muchas personas se quiere aprovechar de las necesidades de las personas para hacer sus fechorías.

Una vez tuve una entrevista y después de hacerme todas las preguntas correspondientes, el tipo se sentó al lado mío y ya quería tocarme las piernas y acariciarme. El me decía que él no veía que yo fuera una persona extrovertida ni carismática, que no se veía reflejado que yo fuera abierta. En muchas entrevistas me pasaba lo mismo, los hombres quieren simplemente aprovecharse o quieren saciar sus necesidades con las candidatas al trabajo y eso para mí es terrible.

Al aire libre yo siento que me voy a encontrar con mucha gente y no sé qué sentir. No sé qué persona me voy a encontrar. No sé si pase un día por un parque y un loco me toque y me viole.

Para mí es muy difícil entender como un simple episodio me destruyó la vida, ya no puedo estar con nadie, no puedo estar tranquila. Nunca tengo paz.

Ana

Sketch Ana

Ilustración por Felipe León

Provengo de una de clase media en la que no sobran los lujos, compuesta por mis padres y mis hermanos, de la cual soy la hija mayor. Afortunadamente no nos falta el techo y la comida. Tenemos una buena relación y una convivencia armónica.

Conocí al papá de mis hijos cuando tenía 14 años, nos hicimos novios desde que yo tenía 15 y cursaba grado 9°. Ambos vivíamos cerca y se puede decir que la relación marchó bien.

Cuando me gradué de grado 11 quedé embarazada de él, recién había cumplido 17 años. Fue un momento muy duro para mi familia porque yo era la tipica niña pila y juiciosa que nunca les dió dolores de cabeza, y tenían puestas las esperanzas en que yo me graduara y me pusiera a estudiar en la universidad como era mi sueño, ya que me fue muy bien en el Icfes y en general era muy buena para el estudio.

Pero las cosas no salieron así. Una vez nos dimos cuenta del embarazo, hablamos con mis padres, el papá de mi bebé no tenía trabajo y yo menos. Me quedé en mi casa, me sentía muy mal porque pensé que había decepcionado a mis padres.

Cuando tenía 4 meses de embarazo, mi pareja me dijo que nos fuéramos a vivir juntos, yo acepté. Aunque no estaba muy convencida, pensé que ya la había embarrado con todo el mundo, entonces lo mejor era hacer lo posible por darle a mi hijo un hogar.

El papá de mi bebé consiguió un trabajo, pero era de domingo a domingo, en turnos de 12 horas diarias. Me fuí con él, pero no me sentía bien. Creí que era lo mejor y lo que todo el mundo esperaba de mí, por eso lo hice.

Durante el tiempo que vivimos juntos, noté que él vivía de mal genio. A veces solo me hablaba para pedirme que le sirviera de comer y si yo le preguntaba cómo le había ido, me decía que no tenía nada que contar porque yo no entendía nada.

Debido a que sólo dependíamos de su sueldo, teniamos que economizar mucho y me esforcé por ayudarlo. Sin embargo, él me decía que yo solo servía para pedir. Cuando hacíamos mercado solo comprabamos lo que él dijera, no permitía que yo llevara pan o galletas. Cuando yo compraba harina me decía que, como yo tenía todo el tiempo del mundo, debía hacer arepas y arepuelas.

Todos los días me decía lo que tenía que prepararle de desayuno y de almuerzo. Sin importar qué turno tuviera él, yo debía levantarme a las 5:00 AM para hacer las arepas o las arepuelas, todos los días. Cuando él descansaba, traía algunas cosas adicionales para que preparara almuerzos especiales para él y sus amigos a quienes acostumbraba traer en sus descansos. Luego del almuerzo, se iban y me quedaba en la casa.

Yo era muy joven y aunque en mi casa ayudaba con los quehaceres, no sabía cocinar muy bien. Eso a él le molestaba demasiado. En las ocasiones en las que la comida no me quedaba bien, él no comía. Una vez se enojó tanto que tiró la comida sobre la mesa.

No sé por qué, pero él siempre estaba de mal genio, se puede decir que apenas convivíamos. Controlaba todo lo relacionado con el dinero, tenía un sitio donde lo guardaba y todas las noches llegaba a contar esa plata. Cuando no tenía dinero suelto para sus pasajes, me mandaba a cambiar los billetes a la hora que fuera. Incluso si llovía o si era a altas horas de la noche.

Yo le contaba algunas cosas a mi mamá y ella me decía que eso era mientras nacía el bebé, que él iba a cambiar su forma de ser conmigo.

Faltando pocos días para que naciera mi bebé tuvimos una discusión, no recuerdo el motivo, pero le reclamé por algo. Gracias a lo que él me dijo me quedó claro lo que pasaba: “que yo no tenía porqué pedirle explicaciones de nada porque era una inútil que solo pedía y que me había dejado embarazar para amarrarlo. Que por mi culpa y por esa barriga había perdido a sus amigos y a sus amigas”. Ante eso lo único que pude decirle es que si eso quería, pues yo me iba para que pudiera estar con ellos y la respuesta fue que era lo mejor, porque cualquiera de sus amigas era más mujer que yo y que ellas no andaban por ahí buscando amarrar a nadie.

Sentí que valía muy poca cosa.Le dije que sospechaba que él andaba con otra. No me dijo nada, me tomó del brazo, me sacó a la calle y cerró la puerta. Me fuí a donde mi mamá y no le dije nada de lo que había pasado. Le dije que no me sentía bien de salud porque ya estaba a días de tener el bebé y que me quería quedar con ella.

Luego de eso, él llamó a mi casa y mi mamá le dijo eso. Entonces me trajo ropa y se fue a trabajar. Él iba a verme pero yo me hacía la dormida. Pasó casi una semana y él habló conmigo y me dijo que nos fuéramos para la casa. Yo acepté, me devolví con él, pero ese día me empecé a sentir mal y esa noche tuve a mi hijo mayor. Cuando me dieron salida de la clínica, me quedé en la casa de mi mamá para que ella nos cuidará al niño y a mí. Sin embargo, él iba e insistía en que nos fuéramos con él.

Pasaron 20 días y decidí irme con el bebé y con él, por las mismas razones por las que lo hice meses atrás.

Con un bebé tan pequeño no queda tiempo de nada. Para mí era difícil porque él seguía en la misma tónica, no me hablaba y se la pasaba de mal genio. Las cosas seguían igual: yo debía madrugar, hacer arepas, lavar o hacer oficio. Como a veces el bebé se despertaba el bebé a llorar yo no alcanzaba a terminar lo que estaba haciendo porque tenía que atenderlo. Entonces, él se , enojaba y se iba o se volvía a dormir muy molesto, pero no me decía nada. Todos los días era lo mismo.

Ya no tenía tanto tiempo.

Dejé de ir a la casa de mis padres con la misma frecuencia con la que lo hacía antes. El papá de mi bebé no me ayudaba con las labores de la casa, ni con el mercado. Como yo ya sabía lo que se compraba, él me dejaba la plata, pero llegaba por la noche a revisar la cocina y a pedirme las vueltas.

En varias ocasiones yo dejaba el niño dormido en el cuarto y me iba a la cocina. A pesar de que él bebé lloraba, él nunca lo calmaba ni lo alzaba, sino que me llamaba a gritos diciéndome que si yo era sorda o qué me pasaba que no escuchaba.

Después de todo lo que me dijo y de la forma en que me trataba, yo sentía que ya no lo quería como antes. Sin embargo, me quedaba con él porque pensaba que era lo correcto y era lo que todo el mundo esperaba de mí y que el que él cambiaría conmigo.

Al ver que sólo él trabajaba, intenté buscar trabajo, pero yo era una muchachita bachiller con 18 años y un bebé. Eso no era fácil. Además, yo era la encargada de hacer el pago de los recibos de la casa y él no me daba para los pasajes. Me tocaba ir y devolverme a pie, con el bebé en brazos.

En una de esas diligencias vi la opción de estudiar una carrera técnica cerca a la casa, no tenía que pagar nada, solo inscribirme y lo hice. No le conté a nadie esperando que me resultara. Con algo más de estudio podría conseguir mejores opciones de empleo. Cuando me confirmaron que fuí aceptada para empezar a estudiar le conté a él y se enojó. Me dijo que mi obligación era dedicarme al niño nada más. De todas formas tomé el cupo y empecé a estudiar de día.

Durante la jornada de estudios tenía una hora de almuerzo, en la que aprovechaba para ir a la casa a bañar al niño o a darle tetero y luego me devolvía iba para la casa. Con todo esto, el tipo me celaba. Llegaba de sorpresa a la hora de almuerzo o a la hora de salida, me hacía reclamos porque, según él, yo no me dedicaba al niño. Me empezó a aburrir esa situación porque, además de que me trataba mal, me celaba. Le dije que no quería seguir con él, me separé y me devolví a la casa de mis padres.

Esto empeoró las cosas, busqué ayuda en la Comisaría de Familia para que le asignaran una cuota mensual y le regularan las visitas al niño, pero eso no pasó. En las citaciones nos decían que debíamos conciliar y él no ponía de su parte. Decía que no le podían asignar horarios para ver al niño porque él trabajaba. Nunca me sentí apoyada, a pesar de que les conté todo. Ellos solo decían "tienen que conciliar".

En ese momento empezó un infierno para mí, aparte de que me celaba, no me pasaba dinero para el niño. Cuando yo le pedía, decía que me lo gastaba con otros hombres. Le propuse que él mismo le comprara las cosas al bebé y no me diera plata. Entonces, él llegaba a cualquier hora a la casa con la excusa de llevarle algo a nuestro hijo para verlo, me insultaba, decía que yo era una sinvergüenza y que tenía mozo; que yo no servía para nada y que lo del estudio era una excusa para andar en la calle.

Era horrible la situación. Cuando salía de clases me gritaba cosas por la calle: “ya va para donde su mozo, vaya a ver a ponerle cuidado a su hijo en lugar de andar en la calle”. Cosas así. Además, cuando iba a la casa me insultaba y luego me rogaba que volviera con él. Una vez amenazó con suicidarse, ese día se encerró en la cocina de la casa de mis papás con un cuchillo y le decía al niño que se iba a matar.

Otra noche, me llamó un amigo de él a decirme que intentó ahorcarse. Era una situación horrible. A pesar de lo mucho que rogué en la Comisaría, no hicieron nada. Solo me dieron una caución que tuve que llevar al CAI del barrio en la que decía que él no podía entrar a la casa. Pero eso de nada sirvió porque él usaba la excusa de ver al niño para que mi familia lo dejara entrar. Un día llegó con un anillo y me dijo que tenía que hablar conmigo y con mis papás.

Ese día me propuso matrimonio.

El acoso siguió y empecé a notar la molestia que esta situación le generaba a mi familia, a pesar de que yo ya no lo quería y tampoco quería estar con él, decidí aceptar su propuesta. Finalmente era lo único que podía hacer porque él no me iba a dejar en paz y además ya tenía un hijo.

Después de eso todo fue peor.

El acoso se hizo más frecuente, yo "volví" con él intentando hacer que se calmara y dejara de molestar. En ese intento de reconciliación, quedé embarazada de mi segundo hijo. Para ese momento yo ya trabajaba y él también estaba trabajando. Cuando me di cuenta del embarazo, pensé que ya dos hijos eran una razón para vivir con él, hacer lo posible por formar un hogar.

Decidimos irnos a vivir juntos, y creo que fue la peor decisión porque él me celaba aún más. En donde yo trabajaba tenía ruta, él me llevaba y me recogía y me dejaba en la ruta. Cuando llegaba por la noche me revisaba el bolso, me olía la ropa. Él trabajaba turnos y como no teníamos teléfono llamaba a la casa de mi mamá, a ver si yo estaba en el apartamento. También me mandaba llamar con mis hermanas para preguntarme qué estaba haciendo, yo le decía que oficio en el apartamento. Él decía que yo me quedaba sola para esperar a mi mozo, que era una inútil sinvergüenza. Si llamaba y yo estaba donde mi mamá decía que si estaba esperando llamada de mis mozos y que mi familia era una partida de alcahuetas.

En ese tiempo, estaba en mi tercer trimestre de embarazo y mi otro hijo estaba pequeño. Mi vida era un infierno. Cuando él estaba descansando en la casa me atacaba diciendo que yo tenía otro hombre. Yo me la pasaba llorando, no tenía ganas de nada, todos los días eran una pelea, escuchando todas las cosas que me decía. Incluso llegó a decirme que los hijos no eran de él, llegué a un punto en el que yo sólo me bañaba y me peinaba, no me arreglaba, andaba en camisetas, sudadera y tenis. Y eso también le molestaba me decía que yo parecía un gamín

.

Yo no sentía ganas de seguir viviendo.

Lo que voy a contar a continuación no se lo he dicho a nadie: una noche que él estaba trabajando yo estaba sola con el niño, el niño ya se había dormido y yo no podía dormir, me sentía tan miserable, no entendía porque no podíamos vivir en paz. Me metí al baño, me senté en la ducha, tomé una cuchilla y me iba a cortar las venas. Alcancé a hacerme un corte en la muñeca, no quería vivir, eso no era vida, era un infierno, estaba con alguien a quien no quería y que solo quería destruirme, empecé a cortarme y me acordé que mi niño recién había cumplido dos años y hace poco había aprendido a ir solo al baño, si yo lo hacía seguramente mi niño era quien me iba a encontrar... No seguí, desistí por mi niño y por el bebé que estaba esperando.

Las cosas no mejoraron, llegó la época de diciembre, fuí a mi último control y me dijeron que ya tenía el tiempo de embarazo y mi segundo bebé iba a nacer en cualquier momento.

Ese día estuve sintiéndome mal de salud, esa noche lo tuve, pero quedé con mucho dolor de cabeza, al otro día llegó mi entonces pareja a recogernos. Salimos de la clínica, tomamos un taxi y me dijo que no tenía mucha plata, faltando unas cuadras para llegar dijo que nos bajaramos y me llevó hasta donde vivíamos caminando, ese día se quedó ahí.

Al día siguiente se levantó y se fue a trabajar, me dejó sola con los niños, yo me sentía muy débil, no me podía levantar y no me quitaba el dolor de cabeza. Mis padres llegaron y nos recogieron, nos llevaron a los tres a la casa para cuidarnos. Después de la dieta de 40 días, él insistió que nos devolviéramos para la casa con él. Lo hice por las razones que ya he mencionado.

Era otro intento mío por demostrarle a todos que si era capaz de darle un hogar a mis hijos.

Luego de eso, tomé la decisión de separarme definitivamente. Él se quedó en el apartamento solo y las peleas eran iguales: iba a la casa de mis papás con la excusa de ver a los niños y llevarles las cosas y terminaba insultándome. En esa época yo estaba sin trabajo y la situación era muy dura.

Busqué ayuda en Bienestar Familiar, necesitaba que alguna entidad me ayudara a regular las visitas y asignar una cuota bien sea en dinero o que él les llevara las cosas. Sin embargo, no logré mucho porque las fechas de citación estaban muy lejanas.

Cuando fui a exponer mi caso, la trabajadora social me remitió con psicología, con ellos si conseguí cita. Tuve tres sesiones en las que me dijeron que debía trabajar en reconstruir mi autoestima, no pude volver porque conseguí trabajo y era por turnos. Me dediqué a trabajar en lo que saliera, como operaria en una bodega, en vigilancia.

En ese tiempo me dedique a trabajar, a conseguir las cosas para mis hijos, los puse a estudiar. Después los problemas eran por plata porque yo le pedía que me ayudara en la manutención de mis hijos y él seguía con lo mismo: que era para mis mozos, aunque ya no tenía razones para celarme.

Ya habían pasado más de 5 años y le dejé claro que no iba a volver con él.

Durante ese tiempo no tuve pareja. Me la pasaba trabajando y el día que tenía libre estaba con mis hijos. Decidí no tener más hijos ni un padrastro para ellos. Quería estar tranquila con ellos.

Afortunadamente las cosas salieron bien para mis niños y para mí, logramos un acuerdo económico con el papá de ellos por los bienes en común y con eso compré un apartamento. Ese acuerdo se logró porque él me exigió que le firmara un papel en el que dijera que no le le iba a pedir nada. Yo firmé y mi única condición fue que él me dejaría en paz.

Cuando me independicé con los niños, ellos ya estaban mas grandecitos. Los dos estudiaban, mientras yo trabajaba. Pero el papá a veces llamaba ir a recogerlos porque yo no dejaba que entrara a mi casa.

Por decisión de él, me daba $70.000 para ayudarme con los gastos de los dos. Mis hijos fueron creciendo y no se veían muy seguido con el papá. Él iba a verlos cada dos o tres meses, lo único que me molestaba y me parecía triste con ellos, es que muchas veces les decía que iba a recogerlos y él no llegaba, o les prometía salidas a cine o cosas que no cumplía.

Cuando se los llevaba no duraba ni 24 horas con ellos, los recogía un sábado tipo 4 de la tarde y los devolvía al otro día antes de las 8 de la mañana.

Desde hace dos años, por razones familiares, volví a vivir a la casa de mis padres con los niños. Desde esa época y de manera sorprendente este señor se ha dedicado a estar acá, viene casi todos los días con la excusa de "estar pendiente de los niños" y por "agradecimiento a mi familia". Trae regalos y les hace invitaciones a toda mi familia.

La verdad esto es muy incómodo para mí. Si bien yo no he estado con nadie, tampoco quiero estar con él, pero ha logrado ganarse la confianza de mi familia. Incluso, les pidió perdón por todo lo que había pasado.

Al principio yo traté de llevar la relación de manera cordial y con respeto. Pero él lo tomó como si yo quisiera algo más con él.

De nuevo empezó a celarme.

Volvieron las llamadas a los niños o a mi mamá a preguntarles a qué hora yo llegaba, con quien estaba, cosas así. Nos invitaba a salir a comer, a cine, si yo no aceptaba cancelaba la invitación y las pocas veces que acepté no me sentía cómoda. Sentía que él se empezaba a sentirse con derechos sobre mí. Le reclamé que no se tomará atribuciones que no le corresponden y le dijo a mi familia que yo era una grosera que lo trataba mal.

Hablé con él, le dije que yo solo estaba tratando de llevar una buena relación, pero que eso no quería decir que yo quisiera algo con él, por enésima vez le dije que no quiero nada con él y le pedí que respetara mis espacios. También le dije que yo no era una niñita para que estuviera poniendo quejas de mi a mi familia, le pedí que dejara de estar aquí metido, me dijo que él quería estar cerca de sus hijos y que él venía y se comportaba así con todos por el agradecimiento que él tiene.

Hace un año, se pusieron de acuerdo todos en la casa, me llevaron a dar una vuelta y cuando volvimos, encontré mi cuarto lleno de globos y con un anillo, mis hijos me dijeron que el papá les pidió que hicieran eso para mí. Les agradecí a los niños y todos estaban esperando una respuesta. Lo llamé, le agradecí y le dije que no, simplemente porque yo no quería esas cosas. Lo único que yo quería era que hubiera estado a mi lado ayudándome a criar a los niños. No esto, no ahora, ya para qué. Después de todo lo que viví con él, lo que menos quería era casarme. Si él quería tener un detalle conmigo no debió usar a mis hijos ni a mi familia para que me hicieran sentir obligada.

Su única respuesta fue que yo exageraba, que no todo fue malo, que no era para tanto, le dijo a mi familia que yo exageraba, que él siempre ha sido así conmigo y yo soy la que lo trato mal.

Le expliqué a mi familia mi inconformidad con que lo estén involucrando en todo lo que pasa en la casa. Les he dicho muchas de las cosas que pasé con él. Les consta porque venía a hacer escándalos a la casa, pero mi familia me dice que no pueden alejar a los niños de su papá y que él es muy buena persona, que no me ha hecho nada y que yo exagero.

Estoy en una situación muy incómoda, porque tengo que ver a este señor y aguantar que se la pase acá, como les he dicho muchas veces, me separé porque no quiero estar con él no me obliguen a estar con alguien que no quiero.

Por fortuna mis hijos me apoyan. Ellos respetan a su papá pero son más bien alejados de él, aunque él los visite, para ellos es igual si está o no está.

Yo nunca les he contado nada de lo que pasó, simplemente les dije que no nos entendimos y por eso nos separamos, sin detalles. A ellos más que a nadie les he dicho que yo no voy a volver a estar son su papá, ellos lo entienden. Dicen que yo no tengo que hacer nada que no quiera y que ellos van a estar conmigo a donde yo vaya.

Actualmente, mi hijo mayor ya tiene 18 años está estudiando en la universidad y el menor está por cumplir 16. El otro año se gradúa de bachiller. Ambos son mi orgullo porque a pesar de todo son muy juiciosos. Me he dedicado a trabajar y decidí no tener más hijos, estoy estudiando a distancia, a pesar de que se me ha complicado un poco terminar mis estudios por varias razones: dinero y tiempo. Pero sobretodo por el miedo.

Debo admitir que todas estas cosas que he vivido me lastimaron y aunque yo pueda decir que las superé, quedé con muchas inseguridades que hoy me persiguen. Una de esas es no llegar a ser lo suficientemente buena en mi profesión, como madre y como mujer.

Puede sonar ridículo pero me preocupa graduarme como profesional y ¿Si no sirvo para eso? ¿No lo hago bien? ¿Será que ya estoy muy vieja para esto? Me he propuesto graduarme y confiar en que todo saldrá bien. Por eso, estoy buscando trabajo.

Solo pido una oportunidad para estabilizarme y lograr mi sueño de seguir sacando adelante a mi familia.

Heidy Lean

Sketch Heidy Lean

Ilustración por Felipe León

Mi historia fue hace 17 años cuando estaba estudiando en la Universidad. Yo tenía un novio, estudiamos la misma carrera pero yo estaba un semestre más adelantada que él. Al principio todo fue muy normal pero fueron pasando los meses y él se tornó agresivo y violento. Al principio yo no me daba cuenta que él infringía sobre mi violencia psicológica.

Con el tiempo me dí cuenta que había manipulación, chantajes y prohibiciones. Uno siempre piensa que después del primer ataque la persona va a cambiar, porque como eso no es cotidiano, eso no es normal que lo maltraten siempre, como que lo agarren del pelo, que lo sacudan con fuerza, cachetadas. Son cosas que uno no está acostumbrada y piensa que son comportamientos extraños, aislados. Mi novio consumía drogas, por eso pensaba que de pronto era un efecto de las mismas, que lo tornaba violento y agresivo.

Durante más de un año le creí que iba a cambiar, pero fue en vano, él siguió siendo muy agresivo, empezó hacer cosas más drásticas y violentas para que yo me sometiera más a lo que él quería, me mordía la cabeza. Yo nunca le quise contar a nadie, porque yo lo quería, entre otros enredos emocionales. En mi casa, se empezaron a dar cuenta de las agresiones, porque yo llegaba con la ropa rasgada, alguna vez me mordió el brazo y se veían los labios marcados, me preguntaban: ¿qué le pasó ahí? y yo respondí que había sido un señor con una maleta en el bus. Yo me inventaba mil excusas para protegerlo. Después de año y medio, hubo dos episodios en los que él quiso ahorcarme, yo intenté salvarme, porque de verdad yo pensé que me iba a morir.

La primera imagen que tuve en ese momento fue de una sobrinita muy pequeña que tenía, y me dije a mí misma “aquí ya fue”.

Después de ese episodio yo dije no más, pero él seguia buscandome, llamándome, iba a mi casa.

En un momento de debilidad de mi parte, volvimos, él me dijo que había cambiado. Pero volvió un nuevo episodio de querer ahorcarme, me dijo que me iba a dejar tirada en un parque, que él se iba a ir, yo pensaba que él podía hacerlo porque en el tiempo que lo conocí me di cuenta de muchas cosas, a la mamá también la atacaba físicamente, tenía problemas de agresividad muy fuertes, dos veces tuve que ir a la estación de policía a sacarlo por problemas a daños a bienes públicos, la mamá llamaba a la policía, la gente del barrio sabía que él era agresivo. Muchas veces le decía a mi mamá que yo era la que me ponía agresiva, mi familia le creía. La última vez me pude safar porque me agredió horrible, me quedaron marcas físicas, lo primero que yo hice fue ir a la policía.

La policía me llevó a la casa en la patrulla y me dijeron que tenía que poner un denuncio, ir a la URI, ellos vieron las marcas y los golpes. Esa noche cuando los policías me llevaron a mi casa, él le dijo a mi mamá “Mira, me tocó traerla con la policía porque estaba gritando, los policías de una intervinieron y le dijeron que no, que eso era falso, que ella había llegado llorando porque usted le pegó”. Todos en mi casa estaban muy sorprendidos, mi papá, el hombre del que pensaría, tendría apoyo, lo que hizo fue reírse. Me sentí tan vulnerable, tan insegura, ni siquiera mi propio padre mostraba un poco de solidaridad con su hija. Mi mamá y mis hermanas sí me apoyaron, fui a poner el denuncio, fui a la URI.

Por supuesto que mi caso no es tan terrible como otros, en la URI me hicieron sentir que lo mío no era nada comparado con otras mujeres que estaban allí, pero yo fui vulnerada y yo también tengo derechos, es un hombre que me esta lastimando y no es ni siquiera mi esposo, es mi novio.

El procedimiento en esa época fue sumamente dispendioso y absurdo, yo ponía el denuncio y tenía que ir a la Estación de Policía de la localidad donde él vivía y esperar a que él se presentara, a mi me parecía terrible tener que ir al barrio donde vivía y verlo, afortunadamente nunca se presentó. Le pusieron caución y no se me podía acercar. En esa época estaba estudiando inglés en el Colombo y tenía que mostrarle al celador la hoja y la foto de él para decirle que tenía una caución y que no se me podía acercar. Era muy común que él llegara a molestar y hacer presencia donde yo estaba. Siempre fue horrible, yo vivía con miedo, él llamaba a mi casa a insultarme, a inventarse cosas, a decirle cosas a mi mamá, amenazaba con pegar panfletos con mi foto por toda Bogotá. Me lo encontraba en la calle y era la gritadera, todo el mundo en la calle me miraba. Era una cosa de acoso, de persecución.

Con el tiempo todo fue mejorando, hace como 10 años lo vi y me dio mucho susto, me cambié de acera inmediatamente.

Eddy Diana

Sketch Eddy Diana

Ilustración por Felipe León

Hace 17 años estaba en la universidad, y como cualquier estudiante de esa época salía mucho de rumba. Un día, saliendo de clase nos fuimos a tomar con gente de otra universidad. Había un niño de otra universidad que me invitó a que me quedara con él y sus amigos. Mi amiga que siempre me acompañaba no se pudo quedar.

Esa noche me quedé con ellos, el tipo era muy buena onda, era costeño, lo había conocido en 3 o 4 veces siempre por fuera de la universidad, en esa fiesta él estaba con otros amigos y nos pusimos a tomar de más, en esa época sólo había celulares que sólo entraban y salían llamadas y mensajes de texto. Esa noche el celular se me descargó y yo pensé que tenía que volver temprano a mi casa. En ese momento empecé a bailar con otro amigo de él, al parecer me coqueteaba. En un momento yo ya estaba muy borracha y estaba pensando en irme a mi casa, el tipo que me coqueteaba me decía que él me acompañaba hasta mi casa, cuando fui a decirle a Jorge mi amigo costeño él se molestó mucho, me dijo que yo estaba muy borracha y que yo no sabía lo que estaba haciendo, era cierto, yo estaba muy borracha. Mi amigo Jorge me seguía insistiendo que no me fuera con él.

Me acuerdo que me fuí con el amigo de Jorge, él me llevaba como abrazada, nos montamos en un taxi e intentó darme besos, cuando me dí cuenta, el taxi se había desviado y yo le pregunté que para dónde íbamos, el tipo dijo que para su casa, yo le dije que me quería ir a la mía, que estaba muy cansada, él me dijo que esperaramos en mi casa un rato a que se me pasara un poquito la borrachera, yo le decía que me tenía que ir ya a mi casa, terminé aceptando quedarme un rato y dormir un poco la borrachera, de todos modos era muy temprano, me acuerdo que ya era de noche.

El lugar al que entramos era muy raro, no sabía muy bien si era un apartamento, tenía una sola cama, él me decía que era la casa de una tía y que me recostara un momento, cuando me di cuenta me estaba quitando la ropa, yo no me acuerdo muy bien pero terminamos teniendo relaciones sexuales durante mucho tiempo.

Después de un tiempo, unos años, yo me di cuenta que el tipo me había obligado, yo estaba muy borracha, no tenía voluntad y no podía oponerme por más fuerza que tuviera.

No me acuerdo muy bien de las cosas pero tengo recuerdo preguntarle sobre lo que estaba haciendo, él me respondió que algo que queríamos los dos, que yo también quería. Le dije que no, que yo no quería nada y me volteaba pero él me agarraba con fuerza de nuevo.

Amanecí al otro día a las 8 de la mañana en esa casa desconocida y le pregunté “dónde estamos”, él me dice “yo no sé, usted que se quedó dormida ahí”, yo le pregunté “qué pasó” y me respondió “nada, váyase ya mismo”.

Yo nunca me había quedado por fuera de mi casa, yo siempre llegaba a mi casa, siempre contestaba el celular. Después de eso, logré vestirme, en ese momento me doy cuenta que estaba muy adolorida, yo en medio de ese dolor y confusión sólo pensaba que mis papás me iban a matar, que había terminado coqueteando con este tipo y que había terminado en ese lugar.

Ese mismo día mi papá había ido a la universidad y tenía a todo el mundo buscándome. Yo llegué a mi casa y no había nadie. Cuando mi mamá me preguntó yo dónde estaba, le dije que me había quedado con unos amigos de la Universidad y había dormido en un sofá en la casa de uno de ellos. Yo en ese momento no había asimilado todo lo que pasó y tenía mucho miedo. Mi papá fue hasta mi universidad e interrogó a mi amiga, quien le cuenta todos los detalles, con quién estaba y en dónde.

A mi amigo Jorge lo echaron de la universidad.

Yo duré muchos años callada pensando que a ese tipo lo debieron echar también de la universidad, pero yo tenía mucho miedo y pensaba en mis papás, en lo que podía hacer, ni siquiera pensaba en lo que iban a decir de mi sino la reacción de mis papá.

Mi reacción fue buscar al man como loca, reclamarle por lo que hizo. Después de mucho tiempo yo me di cuenta que él había confundido las cosas, y que yo había decidido callar por miedo.

Gracia

Sketch Gracia

Ilustración por Felipe León

Me separé de mi exesposo hace 7 años. Habíamos vivimos juntos durante 3 años y medio. Sin embargo, hace poco mi hijo de 15 años me dijo que ya no quería vivir conmigo y que quería irse a vivir con su papá.

Él tiene un matrimonio anterior al que tuvimos, y a su hijo, que actualmente tiene 18 años, le pasó exactamente lo mismo, cuando tenía 15 años su papá se lo llevó a vivir con él.

Creo que él busca esa debilidad de los niños, esa crisis de la edad donde la mamá está encima de ellos todo el tiempo y se aprovecha de ese momento, los convence de que con él estarán mejor y se los lleva. Después los pone literalmente “a comer mierda” hasta que los niños deciden regresar con la mamá. Ahí mismo empiezan los regalos, los te quiero, los te amo, el computador que quieran, los viajes, la ropa. Lo mismo, una y otra vez, cada que comete embarradas con los niños.

Yo estoy pasando por ese momento en el que no sé si es paranoia mía o si realmente él está haciendo eso. Sé que actualmente él ya tiene otra pareja, hay gente conocida que me ha dicho que pelean y tienen discusiones.

El tema es que yo no sé si mi hijo y el otro hijo de él están involucrados en ese juego de poder que él los obliga a jugar y en el que los lastima. No sé qué hacer. Cuando mi hijo me dijo que no quería vivir conmigo, yo le pregunté qué quería hacer, si vivir con su papá o conmigo. Me respondió que con él y yo respeté esa decisión.

Llamé a mi exesposo y le dije que necesitaba de su ayuda, que habláramos. Cada vez que conversamos él siempre se muestra predispuesto, tiene metida la idea de que yo soy la mala del paseo.

Él me maltrata psicológicamente y también a mi hijo. No exagero, yo no soy una mala mamá, yo me quiero, me valoro, me respeto. No soy una mala mamá. Ahorita no tengo la fuerza para sostenerme ni sostener a mi hijo más pequeño que casi se entregó al papá cuando vino por el otro de 15 años. Me siento manipulada y culpable de haberle entregado a mi hijo.

Lola

Sketch Lola

Ilustración por Felipe León

Hace 6 años tuve un novio. Él era muy intelectual, era estadístico, muy churro, muy hábil con la palabra. Todo iba bien hasta que él empezó a abusar de mí psicológicamente. Me citaba en lugares, pero él nunca llegaba. Yo lo llamaba, pero él nunca contestaba y cuando me iba a ir del sitio él aparecía y me decía ‘¡Hola! estaba aquí no más a la vuelta’. Cuando yo le reclamaba me respondía que yo estaba loca y que él me había citado a las 7 y no a las 6.

Un tiempo estuve mal económicamente y le pedía el favor de ahorrar, pero él siempre respondía que yo era una pobretona y que si quería irme en TransMilenio como todo el mundo, que lo hiciera.

Una y otra vez despreciaba todo lo que yo era, lo que hacía o dijera. Siempre decía que yo era un desastre, y que por eso me pasaba lo que me pasaba. Yo no entendía por qué me trataba así, porque nunca había sido tratada tan mal, no por mi familia ni por nadie. Por eso no dimensionaba la magnitud de su violencia verbal.

Nunca se me va a olvidar una vez que se enfermó y yo llegué al otro día a su casa me dijo: ‘deberías callarte, yo estoy enfermo porque no te callas. Tú hablas todo el tiempo y no escuchas’. Yo le decía que entonces para qué me quedaba, que mejor me iba y me respondía que no, que me quedara, pero que me quedara callada. Pasé toda la noche cuidándolo, él tenía mucha fiebre, pero yo no le hablaba porque me había dicho que me quedara callada.

No supe qué pasó conmigo todo ese tiempo porque no soy una mujer de carácter débil. ¡Yo soy un tote! Pero esas cosas cuando tú no sabes cómo manejarlas te pegan una diezmada muy brava.

Le dejé de responder sus llamadas y él me llamaba y me llamaba. Incluso me mandaba mensajes que decían: ‘si ves, eres tan inútil que no puedes contestar una llamada’.

Yo me di cuenta que yo no podía estar con alguien que me dijera todo el tiempo que no servía para nada ¡me mamé!.

María Paula La Rotta

Sketch María Paula La Rotta

Ilustración por Felipe León

Él era un hombre intelectual, tenía un buen trabajo. Me dijo que dejara de trabajar, que me dedicara a mi empresa de ropa, Macarena Store 420. “Yo me encargo de ti, trabaja tranquila”. Yo pensaba que podía cambiarlo, que tenía sus errores, pero que podíamos seguir. Gran error, el amor no es así.

La primera golpiza fue en el año 2016 cuando hicimos un viaje a México. Allá él me golpeó a las 3:00 de la madrugada, teníamos vuelo a las 10:00 AM para Colombia. En el trayecto él me decía que yo lo provocaba, que era mi culpa. Y yo no podía decir nada. Tenía el rostro desfigurado y con un dolor enorme. Fueron ocho horas de vuelo a su lado, sin poder pedir ayuda.

Mi familia no supo nada. Él los convenció de que fue un accidente. Él era manipulador, pedía perdón después de las golpizas, pero lo volvía a hacer. Eso sucedió en la Feria de Cali del año pasado. De la nada, en una reunión con los amigos de él, me comenzó a alegar. Yo traté de calmarlo y terminamos devolviéndonos al apartamento de su mamá. Yo estaba muy asustada porque tenía miedo de que me pegara en el taxi. Salimos, entramos al ascensor y ahí me levantó del cuello. Él mide 180, es muy grande y fuerte y yo apenas podía patalear.

Me arrastró dentro del apartamento y comenzó a destruirlo todo. Salió su mamá y le gritó “¡otra vez en estas!”. O sea que esto ya había pasado antes. Esa noche le pegó a su mamá.

Ahí me di cuenta que él no iba a cambiar, sabía que esto iba a empeorar. Las discusiones que teníamos eran cíclicas, nunca las podíamos solucionar. Le advertí que esa sería la última vez que sucedería esto. Me vuelves a pegar y te denuncio.

La siguiente golpiza fue en Bogotá, el 14 de febrero de 2017. Esa noche estaba tomando vino con una amiga, que había llevado a su hijo de 3 años que ya estaba dormido. Él llegó al apartamento y se fue a la habitación. Yo seguí bebiendo, me sentí mal y tuve que vomitar. Me despedí de mi amiga y se fue a dormir con su hijo.

Llegué a la habitación, me acosté y sentí que él me estaba tocando. Me puse de pie y le dije que no quería. Acuérdate de lo que pasó en Cali. Me fui a dormir a la sala. Pasó una media hora y él salió, me comenzó a golpear. Me decía que yo era una puta, que quién me creía. Me fui al cuarto de mi amiga y entre las dos tratábamos de calmarlo, pero él me seguía mandando puños. Me pegó en la boca, en la cabeza y en un ojo. Me gritaba que todo le pertenecía a él porque él me lo había comprado. Dejé mi celular, mi computador. Todo.

Mi amiga me convenció de ir a denunciar. Llegamos los tres, con su niño vomitando y llorando, y no me atendieron en la Policía. Entonces, tuvimos que ir a Medicina Legal, de 7:00 AM a 10:00 AM.

El proceso fue largo y salió en la prensa. Eso nos costó mucho a mis papás y a mi, porque era ventilar nuestra vida a todo el país. Luego vimos el apoyo de la gente y fue increíble. Cada avance del proceso judicial era apoyado por muchas personas.

Pensé mucho tiempo en que él pudiera estar en la cárcel, pero preferí una indemnización porque me permitía renacer. Invertí mi dinero en cuadros para mi apartamento, en mis plantas, en mis cosas. Hice un espacio en el que nadie en la vida me volverá a decir: te me vas ya de esta casa.

Muchas no denuncian porque dependen de él económicamente, muchas mujeres piensan en quién se hará responsable por ellas o por sus hijos. Por eso, pensé que debe haber una restitución de lo que me pasó.

He cambiado mucho desde entonces y ahora siento que me amo mucho más a mí misma. Esto es lo que pasa luego de los golpes. Se trata de verse en un espejo y reconocerse, no con el daño que él te dejó, sino como realmente quiero ser como mujer.

CONOCE LOS DATOS

Detrás del especial